para la gente que conocí en el extranjero
¿y si tuvieras en un cuaderno a toda la gente que conociste?
Del sur hacia el norte
En 2022, con dieciocho años, me fui a vivir a Estados Unidos por un año y medio. Las razones se desplegaban en varios sentidos, pero la principal era mi deseo de salirme de la familiaridad a la que mi vida me había acostumbrado. No quería internarme de inmediato a estudiar en la facultad, que ya por ese entonces tenia muy en claro a la que quería asistir, sino que pretendía tomar una decision por primera vez e ir en busca de aquella experiencia que mucha gente llama “salir al mundo”… lo que sea que eso signifique.
Con una mochila y dos valijas, me despedí de mi familia y avancé por ese pasillo mágico de paredes transparentes que te lleva al avión. Era mi primera vez volando, y no me quedaba otra que confiar en que todo iba a estar bien. Al final, yo sola me había metido en todo eso.
Inevitablemente, una inmigración de esta categoría me llevó a conocer mucha gente en el camino. No solo me conseguí una segunda familia, en su significado más tradicional, sino que me iba encontrando con personajes tan singulares que me desesperaba la idea de no poder recordarlos a todos. Es así como surgió la idea de un cuaderno, al que me gusta llamar: “the diary of people i met abroad”, o su equivalente en español, que pueden identificar en el título de este mismo post.
Mi cuaderno rojo
En un fin de semana otoñal, me encontraba en Vermont paseando por el centro de uno de sus pueblos. Entré en una librería de esas que solo parecen existir en series dosmileras como Gilmore Girls o en la filmografía de Nora Ephron. En las paredes se desplegaban estantes llenos de libros, pero también de vinilos. Justo al fondo, en una esquina, había una serie de cuadernos de todos los colores. Sin saber aún para qué lo usaría, me compré uno rojo. Tapa dura, hojas amarillentas y punteadas. Me recordaba mucho al de la protagonista de la serie Dash & Lily, si queres verlo subí a la imagen de portada! Es la foto de abajo a la izquierda, al que le escribí en negro “Do you dare…?”.
Un par de meses después, cuando me surgió la necesidad de la preservación de mi memoria, decidí usar ese cuaderno como un registro de las amistades que iba formando durante mi viaje. En la primera página, a modo de introducción, escribiría:
[…] Nunca me definí a mí misma como alguien sociable, es más, me consideraba bastante introvertida y conforme con el entorno social que me rodea naturalmente. Mis amistades de la infancia, la gente con la que me crie y siempre estuvo a mi lado… nunca necesité más. Cuando me encontré en esta otra punta del continente con un idioma que no manejaba y donde no conocía a absolutamente nadie, la cosa era distinta. Me encontré con personas de lugares remotos que jamás pisé y personas de barrios vecinos al mío en Buenos Aires. Escuché a personas hablarme en inglés, en español, en francés, en italiano; aprendí y enseñé. Me vi a mí misma capaz de desenvolverme en lo desconocido, conectando con otros, inspirándome y sorprendiéndome. A lo mejor nunca fui tímida, solo estaba extremadamente cómoda.
Cómo funciona
Después de la página introductoria, que sirve como un recordatorio para mí misma de cómo empezó todo, hay otra página en la que escribí unas instrucciones, a modo de guía para quien quiera escribir en él. Te las comparto abajo:
De esta manera, cuando conocía a alguien que con el tiempo se volviera importante para mi, le contaba sobre este cuaderno y le preguntaba si quería escribir en él. El resto es historia. Cada página es un mundo, una letra distinta, una anécdota nueva, un viaje de antes y otro de después. Hay textos cortos, largos, poemas, canciones, dibujos, banderas de muchos países, biromes de todos los colores, stickers, polaroids, tickets de restaurantes, firmas, garabatos.
Cada tanto, cuando me agarra la melancolía por una vida que solía tener y hoy se me escapa de las manos, vuelvo a leer los escritos de las personas que participaron. Me arrastra a anécdotas desde el punto de vista de ellos, pero también me hace reflexionar sobre cómo las recuerdo yo. Me pregunto si sería lo mismo si yo hubiese sido la que registraba los encuentros, pero la respuesta es un rotundo no. Y a veces no está mal salirse de la visión individual.
¿Qué pasa con la gente con la que ya no hablo?
Si bien en un primer acercamiento a este tipo de registro todo suena maravilloso, no todas las personas que me escribieron siguen siendo cercanas. Esta posibilidad, pareció asustar más a las personas que me preguntaban sobre la situación hipotética que a mí.
Personalmente, estas páginas que ahora son solo un recuerdo, no me causan la necesidad de arrancarlas, tacharlas o hacerlas desaparecer. Son personas con las que, por alguna u otra razon, ya no me mantengo en contacto. Quizás porque ninguna me hizo necesariamente un daño directo, es que puedo seguir contemplándolas como parte de mi viaje. Si escribieron, es porque (al menos por un tiempo) fueron mi apoyo lejos de casa. Y eso me parece algo innegociable.
Vuelta a la realidad
Pero por más que yo aprecie tanto este elemento, el diario tiene 223 páginas, y solo 63 de ellas están escritas. Ahora el cuaderno descansa en la biblioteca de mi habitación, junto al resto de cientos de notitas que mantienen mi memoria activa.
Eventualmente, alguien volverá a escribir en él. Con suerte, no pasará mucho tiempo hasta que eso suceda. Por ahora, me quedo con la fuerza del recuerdo para intentar volver a “salir al mundo”, lo que sea que eso signifique. Para mi cobró sentido al conectar con personas lejanas a las que acostumbro, y fue en la magia de cada conversación (hablada o no), que por un instante sentía que me podía comer el mundo.
Con amor, Bren.
Es una locura, me sentí muy identificada. Extraño a todas las personas que conocí durante mis viajes pero también siento que sería raro volver a verlas, me cuesta igualmente asimilar que conecte con personas que posiblemente no vuelva a cruzar
Que buena idea ese cuaderno! Me encantó